martes, 27 de marzo de 2012

Cámara fija


“Si, entre perro y lobo,
Una vez, se te debe aparecer una verdad,
En una triple metamorfosis transcríbela
No obstante siempre inexpresada, tal como es,
Oh inocente, tal como debe seguir siendo.”
Friedrich Hölderlin

Mi verdad se pliega como un secreto en las palabras de aquel escritor. Hanz. Él se llama Hanz.
Recuerdo haber dejado las botas mojadas sobre un papel y detenerme en la puerta para pensar, ya descalza, si había comprado la tinta. Pasé cerca del cuadro, dejé las fotos sobre la mesa y preparé café. Franz iba a llegar tarde, me daba tiempo para descubrir alguna idea sobre la extraña sensación de andar en cámara lenta. Hoy el mundo se mueve en cámara lenta, pero no es el mundo, es aquel mundo, el mío, o, probablemente no sea el mundo, ni aquel mundo, ese mío, sino yo, que no logro ver mi reflejo en el lente. Franz podría ser quien edite la cinta, mientras que Hanz, Hanz debería ser el director.
Algunos artistas creen en un universo que no es este, pero que será descubierto en el proceso de creación. En estos días, cuando pienso e imagino en cámara lenta, siento que soy un personaje perdido en aquel universo, un personaje que espera ser hablado por  alguno de estos artistas.
Viajo entre aquel cuadro y los ojos de Franz, que acarician mis labios con la delicadeza del enamorado. Soy quien dice que fui el amor del noble, soy aquel pequeño péndulo que no consigue frenar en la altura, soy quien mira a un aquel que descubre mi silencio. Mi nombre es ese secreto que sólo conoce Hanz.

Hanz se sienta en la habitación a esperar que cambie el rumbo del viento. La persiana golpea contra el marco, Hanz reza.
Hanz es un hombre, un hombre que escribe en una habitación oscura. Él comprende los complejos asuntos de la historia y consigue admirar los inventos de las épocas antiguas. Mientras Hanz espera, un extraño trazo dibuja palabras sobre el viento. Él afirma que la juventud es una esperanza y yo le creo. Hanz sabe de la soledad y el hastío, aunque Hanz, hoy, elije rezarle al viento. Hanz podría ser un personaje de Tarkovsky, pero un poco menos ruso.Yo podría ser Hanz, y tener plegada la hoja con mi nombre en algún libro, un papel que la cámara busca sin zoom. Si yo fuera Hanz dejaría que el lente sólo capture mi boca y mi mano corriendo la tinta negra. 

martes, 13 de marzo de 2012

Vestigios de domingo


“…yo sé que la verdad es incontable.”
Juan Martini

Probablemente se trate de amar, dijo mientras se alejaba del sillón.

No hay pregunta tan extrema como aquella que sólo responde el silencio. Su cuerpo, esa noche, no era capaz de escapar a los estigmas del domingo. Y, como todo estigma, no puede conducir más que a la repetición.

En los sueños, en paisajes de otoño, en las palabras que viajan por enredados papeles, sus manos producen palabras que suenan como notas de Haydn, se construye el texto como giro al universo de las certezas, juega en el imaginario de una sociedad lejana y las letras marcan los pasos del domingo.

Intenta escribir una historia, narrar los viajes de algún hombre poco noble, sin embargo se acerca al teclado y escribe lo que aparece como boceto, o promesa: Hay imágenes que descubren el silencio del tiempo y sonidos que se extienden en viajes hacia la eternidad, mientras mis manos acarician tus temores, como silenciosos susurros sobre los pliegues de la almohada. Si supieras las razones por las cuales escribo esta carta, probablemente perdería su sentido. Siempre sostuve que los proyectos que se emprenden en noche de tormenta están destinados a ser magníficos, creo que por eso escribo esta carta en la oscuridad, frente a la ventana abierta, mientras algunas gotas salpican mi nariz. Extraño Argentina, quiero volver a pasear por mis calles ruidosas, ver a los grupos de chicos jugando en las plazas y armando arcos con palos de siempre verde. Necesito volver a abrazar desconocidos, sólo por delicadeza, y escuchar gritos innecesarios de los conductores y bicicletas tratando de esquivar los choques. Quiero bailar como sólo se hace en Latinoamérica y tener que pelear por más espacios culturales. Necesito el regreso, como en todo viaje que emprendo. No se trata del amor, sino de la búsqueda. No se trata de volver, sino de los interrogantes del regreso. Dice Martini en una de mis novelas favoritas: “¿Qué escena repites, Juan Minelli, qué escena buscas?, hay algo estéril en el silencio de todo deseo…¿Puede un gesto, una voz, sellar una vida?”. Nuestro amor, es el amor de los exiliados, no por cuestiones geográficas, sino por asuntos de nostalgia.

Disfruta del café espeso; él fuma despacio, concentrado en la marca de su mejilla, mientras formula extrañas ideas sobre los pequeños gestos que ella produce sin conciencia. Se miran y reconocen que hay intrigas que, como algunos secretos, deben permanecer en la esfera del silencio.

Mientras que el mundo se enmarca en rígidas imágenes, ellos gozan de la posibilidad de destruir las frágiles certezas que ese mundo sostiene. Sin grandes elucubraciones, sin extensas lecturas, sin profundos saberes sobre tratados canónicos, los amantes, como extraños en el paraíso, bailan en una realidad sin tiempo. Existen asuntos que sólo comprenden los amantes; los que consiguen en esa íntima unión, fundir las experiencias extremas y acceder al enigmático universo de la muerte. Probablemente sólo se trate de amar.